‘Fácil’ es la serie del año. Al menos, para mí. Es una serie corta, con un ritmo ágil y que aúna perfectamente el drama y la comedia. Pero, por encima de eso, es una patada en el estómago, un golpe en la cabeza y un espejo incómodo en el que las personas sin discapacidad nos miramos para descubrir cómo somos como sociedad. ‘Fácil’ es conciencia, es reflexión y es libertad. Abordando la discapacidad intelectual desde el punto de vista de cuatro mujeres que la viven, ‘Fácil’ es también una rareza en el panorama de las series españolas, donde la voz autoral sobresale por encima de la necesidad del éxito comercial.
Su responsable es Anna R. Costa, cocreadora de ‘Arde Madrid’, que lidera esta ficción en solitario y se pone tras la cámara que, al otro lado, cuenta con unas brillantes protagonistas: Natalia de Molina, Coria Castillo, Anna Marchesi y Anna Castillo. Charlamos con la creadora, guionista y directora de ‘Fácil’, disponible en Movistar+, sobre la incomodidad de la serie, las trabas que ponemos a las personas con discapacidad, la tutela a la que se somete a la mujer en el audiovisual español o sobre la autoría de ‘Arde Madrid’.
Como espectador, ‘Fácil’ me ha hecho ver la condescendencia con la que vemos y tratamos a las personas con discapacidad intelectual. ¿Cuál es tu visión del tema?
Cuando tratas a alguien con condescendencia, enseguida le ves incapaz de tomar decisiones, sus deseos, te ves capaz de tutelarlos y de no tenerlos en cuenta… De todo eso va la serie. Estas personas acaban teniendo servicios, se les atiende bien a nivel de servicios, pero en cuanto a derechos tienen muy pocos. La serie viene a ponerlas a ellas como protagonistas. Ellas son lo que las que ven a la sociedad y las que nos dicen cómo les tratamos. Ahí está la novedad, que por primera vez el foco lo tienen ellas. Nosotros recibimos el reflejo de lo que somos como sociedad y nos ponen en evidencia.
También se ve cómo hay una distancia entre una aproximación teórica y luego la práctica. Quizás ahí está también la diferencia entre un texto escrito muy político [‘Fácil’ se basa en ‘Lectura fácil’ de Cristina Morales] y una serie con situaciones de la vida cotidiana.
Eso era exactamente lo que yo quería diferenciar de la novela. Es un texto con un lenguaje muy político, pero luego el lenguaje audiovisual te pide carne. En el momento en que colocas a unas actrices y tienen vida, hay que darles humanidad. Es una cuestión de justicia, de decir ‘cómo es posible que encima de que estas personas están relegadas a los márgenes se lo pongamos tan difícil’. Hay una serie de controles que solo tienen las personas con discapacidad y nosotros no. En cuestión de normas, la serie también ha querido reflejar que estamos tan llenos de normas que a veces decimos ‘¿cómo hemos podido llegar hasta aquí?’ con un control tan estricto, pero en ellas todavía es más exhaustivo porque consideramos que no son capaces de tomar decisiones. Y ahí está el paternalismo y la condescendencia.
¿Crees que esto de las normas como prisión para las personas con discapacidad puede interpelar a muchos otros espectadores?
Pues yo creo que sí. Conforme ha ido avanzando el proyecto, cada vez me ha parecido todo más metafórico de que lo que ha pasado con las mujeres. En el audiovisual, las mujeres ahora parece que están teniendo un sitio y su voz, pero de algún modo hemos estado tuteladas también. Yo misma, que soy mayor pero no tanto, en mis inicios como guionista se me pedía que escribiese como un hombre, que de alguna manera eliminase mi mirada. Y eso es estar tutelado de alguna manera. Y entonces sí que la serie ha ido siendo metafórica de todas las personas que de algún modo no se les ha dejado actuar con libertad porque su condición parecía que tenía que ser vigilada por un superior. Cualquier espectador que no se vea en su total libertad de escoger se puede ver reflejado.
Siguiendo esto de la tutela de la mujer en el audiovisual español, también se puede enlazar con el paternalismo y la forma en que se está tratando ahora a la mujer autora por parte tanto de medios, cadenas o del espectador. Parece que nos sorprenda que una mujer pueda tener talento, hay algo de “uy, lo ha hecho ella sola”…
Y fíjate, ¡ha podido! Es por una sobreprotección que, en verdad, era un ninguneo y una presunción de incapacidad nuestra. De repente salimos a la luz y todo el mundo se sorprende de que una lo haya hecho sola y no está tan mal. A mí con la dirección me decían: ‘tienes que tener una segunda directora porque, yo que sé, y si por ejemplo no puedes más y te agotas’. Es cierto, se nos trata un poco así y por eso digo que de algún modo hemos estado tuteladas y lo seguimos estando. En primer lugar para protegernos y en segundo para protegernos ¿de qué? Es una pregunta que al final te da risa. Sí, sí, protegerme, pero de ti mismo.
En la serie utilizas los perfiles de las dos trabajadoras sociales [interpretadas por Bruna Cusí y Clara Segura] para establecer un diálogo entre las distintas formas de ver y tratar la discapacidad desde las instituciones.
Sí. En el proceso de investigación he hablado con muchísima gente, tanto trabajadores sociales como personas que atienden a los pisos tutelados, como médicos, psicopedagogos, fundaciones, visitas a personas con discapacidad de tú a tú… Y ha sido muy fuerte ver que hay tantas doctrinas como personas que se dedican a esto. Es increíble. Y unos tienen unos secretismos muy fuertes, otros hablan muy claro, hay familias que protegen incluso más que la institución, personas con discapacidad que se han ido de sus familias porque el control no se podía soportar… Yo veía la necesidad de no unificar la institución con una sola voz. Me parecía importante enseñar que hay personas que trabajan en la institución que están muy por la labor de que las personas con discapacidad tengan voz y sus derechos fundamentales, como es el derecho al sexo. El personaje de Marga necesita del sexo y lo que se hace en la realidad es medicarlas para que no molesten, para que no se queden embarazadas y para que no sean un río de infecciones. Entonces, en vez de dedicarles una enseñanza sexual o una atención sexual directamente, lo que se hace es acallarlas medicándolas. Hay una parte de la institución que está es a favor de que estas personas tengan su propio control, atendiendo sus derechos fundamentales, como es el derecho al propio sexo.
En el tema del sexo, parece que la corriente mainstream es mirar para otro lado y tratarlo como cuando un niño tiene las primeras dudas sexuales, pero en este caso no son niños.
Es así. Damos por hecho que las personas con discapacidad no son personas sexuales. Yo misma me he llevado grandes sorpresas. Estamos tan enseñados en el cuerpo estándar y en lo normativizado. Nosotros, las personas sin discapacidad, tenemos inculcado el sentido de la belleza hasta unos lugares enfermizos. Y entonces descubres un colectivo que por sus características no están dentro de ese universo nuestro y que son infinitamente más libres en el terreno sexual. Porque nosotros enseguida estamos que si adelgazo, que si no ligo, que si los guapos, que si los tíos buenos… Ellos son tan libres en eso que les he admirado en el sentido de decir: qué bien no estar tan instruido a la hora de elegir. Me han parecido libres, dentro de su fortaleza, claro, pero muy lejos de nuestra cultura de la belleza y y del deseo.
¿Cómo enfocas la trama de Kevin [Martí Cordero] y Marga? Se puede entender de varias maneras; si él se está aprovechando de ella o si están a un mismo nivel de ingenuidad.
Sí. Tuve la intención de escribir sobre esto porque hay muy pocas relaciones entre personas con y sin discapacidad. Poquísimas, pero las hay. Kevin y Marga no ven la discapacidad como el hecho principal, que es lo que debería pasar. Cuando vemos a una persona con discapacidad, no vemos más allá. No vemos a la persona. Kevin es un adolescente y Marga, de algún modo, también. Entonces conectan por ahí. Primero porque se hacen gracia y luego por lo de las historias y también porque están floreciendo sexualmente los dos. Se encuentran en un momento muy igual y me pareció una manera bonita también de dar un voto de esperanza a la juventud, de decir que en unos años los jóvenes van a saber ver más allá de la apariencia. Y era una manera de explicar el crecimiento de Kevin también; de pasar de la libertad de una mirada limpia y de la inocencia de la juventud a ser un hombre con todas las trabas que tenemos. A Kevin, de repente, le cae toda la conciencia encima de lo que es la sociedad y sus normas.
Viendo ‘Fácil’, me di cuenta, como espectador, de que los personajes con menos grado de discapacidad intelectual me estaban incomodando menos que el de Marga, que me reta más. ¿Cómo ves la relación que tenemos desde fuera ante los distintos grados de discapacidad?
El personaje de Marga incomoda porque es la espontaneidad. Es una mujer en estado puro de conciencia de su cuerpo, de satisfacer sus deseos inmediatos, de todo eso que nos reprimen desde niños. Nosotros somos unos reprimidos aprendidos. Y Marga no entiende por qué tiene que reprimir lo que necesita (como bajar a una fiesta, fumar, acostarse con alguien…); ella no puede entender a qué viene esa represión. Entonces, explicado desde una chica que no le ha hecho nada malo a nadie, pues se te plantean un cuestiones incómodas: ¿por qué me molesta que se masturbe? Hay un momento en que el personaje le pregunta a Nati ‘¿por qué le molesta a todo el mundo que yo me toque mi coño?’ Y qué respondes a eso. Nati le responde que todos estamos preparados para autorreprimirnos y ella no lo hace. Y por eso ella es un problema para la sociedad. Y es que es así. Si una persona no se autorreprime, molesta.
La novela se llamaba ‘Lectura fácil’ y tú lo dejas en ‘Fácil’. ¿Qué significa el título para ti? Que, además, ha dado mucho pie a decir que, precisamente, no es una serie fácil…
Sé que no es una serie fácil y no es un trabajo fácil, me ha costado la misma vida hacerla. Pero siguiendo el enfoque de la serie, que es colocar el punto de vista en ellas, es como si ellas le dijesen a la sociedad que sería más fácil tratarlas de otra manera. Es fácil tenerlas en cuenta, es fácil tener en cuenta sus derechos, es fácil tratarlas como personas directamente y no a través de su discapacidad, es fácil ser amigos de ellos, es fácil que tengan una sexualidad sana… Hay tantas cosas que se las ponemos muy difíciles que la propuesta es: vamos a ponérselo fácil como sociedad.
¿Qué has aprendido tú en este proceso sobre las personas con discapacidad?
La primera es no quedarme en la discapacidad. Si yo veo una persona sin piernas, me quedo tan impactada que ahí me quedo. Y entonces esa barrera la tenemos que romper porque de verdad que están a la sombra. Son 7 millones de personas con discapacidad en España y no les vemos y se lo ponemos todo muy difícil. Por ejemplo, en un tren solo pueden viajar dos personas en sillas de ruedas. O cuando una persona tiene dificultades para hablar, hay que tener la paciencia y el interés en escucharla porque quizás tiene cosas interesantes que comunicar. Hay que hacer un voto de confianza para integrarlos de verdad en la sociedad, no para que, “pobrecitos”, puedan circular mejor. No para hacerles centros de asistencia profesional, para que tengan recursos, porque es que hay personas muy, muy, muy válidas. La misma Ana Marchessi, que interpreta Patri, tiene dos carreras universitarias y está harta de que le den caramelitos los restaurantes. Es tremendo cómo les tratamos, de verdad. En mi aprendizaje, me ha dado vergüenza de mí misma porque yo me considero una persona correcta y que trata bien a la gente, pero yo era condescendiente con ellos.
Entonces, ¿te has visto en situaciones así de tratarles con condescendencia en el proceso de preparación de la serie?
Completamente. Cuando yo arranqué el proyecto, las primeras entrevistas fueron con directoras de fundaciones, asistentas sociales… hice todo un camino de persona que no tenía ni idea del tema hasta llegar a ellos directamente. Y cuando llegué a ellos y a ellas, me di cuenta de que tenía que haber empezado por ahí. Pero hay algo en nosotros que nos incomoda, crees que no les vas a entender, en definitiva, porque crees que son inferiores. Y luego ves que son personas completamente normales y que una discapacidad esconde un montón de capacidades. Y eso nos pasa a absolutamente a todos; yo soy una persona capaz de algunas cosas y de otras no, pues a ellos les pasa exactamente lo mismo. He aprendido eso y creo que que ojalá la serie se lo transmita a todo el mundo. Si no, siempre vamos a estar en una jerarquía injusta.
Hay una frase de Laia que lo resume muy bien: fijarnos más en sus capacidades que en las discapacidades.
Eso es. Laia lo ve claro porque va al piso cada día y las controla, pero ella misma se agobia de exigirles tanta limpieza cuando ninguna casa está tan limpia. Es absurdo. Se les trata casi como a pobres psicópatas. Somos una sociedad que no tenemos vergüenza porque la persona que va a hacer el control, a saber como tiene su casa.
Sobre el tema de Cristina Morales, en su texto contra la serie se quejaba de que tú pasases por un aro, pero ella también ha contado en entrevistas que tuvo que pasar por aros para poder publicar en Anagrama, hacerlo más legible, etc. No sé si hay en su reacción una necesidad de validarse o de quedar por encima…
A mí me contó por los aros que tuvo que pasar para publicar la novela y yo me identifiqué mucho. Ella está en su derecho de que no le haya gustado la serie, me parece bien. A mí lo que me molestó fue lo de “nazi”, porque no soy una nazi. Y ya está. Sí que me pareció poco solidario. Pero creo que ella también tiene una postura difícil; su novela es muy heavy y creo que de alguna manera ella estéticamente no puede comulgar con la serie porque hay una apuesta humana por encima de la política. Y eso a ella no le ha gustado.
La serie intenta llevarlo más a tierra. Desde la teoría se puede ser mucho más heavy en cuanto a discurso, pero cuando muestras situaciones…
Y la teoría se podría volver a quedar en teoría. Lo fuerte es ver las cosas de verdad, eso es lo que te remueve. Porque a mí la novela me alucinó, pero no me removió como ser humano. Me removió la cabeza intelectualmente, pero no me cuestioné a mí misma con la novela. En cambio yo me maté para pensar qué tengo que hacer para que esta serie tenga interés o para que para que esta serie remueva. Y tenía clarísimo que tenía que ser lo humano.
La serie son solo cinco capítulos y nos deja con ganas de más. ¿Te ves con ganas de contar más historias de ellas?
Si no tuviese que tratar con Cristina Morales otra vez, quizás me lo plantearía. Así de claro te lo digo. Pero sería cuestión de tratar con ella otra vez y creo que ni me vale la pena a mí, ni a ella, ni a Movistar+.
¿Y sería necesario?
Sí porque los personajes parten de ella, de su universo. Y aunque ya sería algo completamente fuera de la novela, habría que volver a tratar. Yo considero que esta experiencia ya está vivida, que lo que cuenta es suficientemente potente.
Yo te animo, porque no solemos ver personas con discapacidad en televisión para asomarnos a sus vidas.
Nunca se sabe. Sinceramente, el formato de seguir contando batallas sobre ellas, en el formato de una serie común, de decir pues Marga va a estar en una residencia, pero Patri no… eso, no me interesa. Ahora, si de repente se me enciende la luz y digo ‘Ah, que es esto’, no seguir contando aventuras de ellas, sino que ellas valen para contar otra cosa, quizás me lo podría pensar, pero en esa primera línea de lo que es una segunda temporada al uso, no me atrae.
Sobre lo que dices de sentirte tutelada, ¿con ‘Arde Madrid’ te sentiste así? Tengo la sensación de que se hablaba de ella como “la serie de Paco León… y de esa señora que viene con él”, que no se reconoció suficientemente tu autoría.
Pues en ‘Arde Madrid’ me sentí tal cual lo has definido. La serie de Paco León y alguien que hay por ahí, que es quien lo ha hecho todo. Sí, me sentí muy mal y, de hecho, no se hizo la segunda temporada por eso. Yo tenía que poner la misma energía que puse en la primera y ya me parecía que no ha lugar. Yo no quería pasar otra vez por eso y nuestra relación se acabó por lo mal que lo pasamos en ‘Arde Madrid’. En esta es cierto que lo he hecho sola, no me he tenido que pelear con nadie y he podido definir los personajes femeninos según lo que creo yo que es una mujer y no sobre los estándares del audiovisual. En ‘Arde Madrid’ peleé mucho y creo que llegué a sitios, pero todavía podíamos haber ido más lejos. Tampoco quiero hablar mucho de lo que podría haber sido ‘Arde Madrid’ porque ya está hecha y las consecuencias están ahí y las hemos sufrido. Sobre la experiencia de ‘Fácil’, también me gusta que se llame así por esto, porque aunque he trabajado como una perra, me he sentido más libre. Creo que he podido contarme más a mí misma y también plasmarme más como autora, aunque en ‘Arde Madrid’ el tema de la escritura lo lideré yo y es mío. Además, ‘Fácil’ es más atrevida porque creo que a las mujeres no nos queda más remedio que ser atrevidas.
Y es interesante que has encontrado tu camino hacia reivindicar tu autoría.
Mi autoría estaba, aunque he estado mucho tiempo a la sombra. La gente puede decir: ‘bueno, si has estado a la sombra es porque has querido’. Sí, y también a la sombra se va construyendo la autoría, ¿eh? Aunque es injusto y te quedas ahí, te prometen un montón de cosas que no llegan a suceder nunca y te cagas en todo y te maldices a ti misma por haber estado en un lugar un poco engañada, pero en el fondo me he dado cuenta de que mi autoridad sí que se ha ido configurando, mi voz autoral. ¿Que no se haya firmado en otros casos en los que merecía estar por delante de otras personas? Pues quizás sí, pero creo que mi voz está en mis trabajos y se puede ver.
Y como autora, ¿hacia dónde vas ahora?, ¿en qué estás pensando o de qué quieres escribir?
Estoy ahí con dos cosas en la cabeza que me gustaría que fuesen películas. En Movistar están encantados con la serie otra vez. Con ‘Arde Madrid’ estuvieron muy contentos y con ‘Fácil’ todavía más. Y tengo su apoyo para, en cuanto les cuente lo que quiero hacer, ver cómo lo gestiono. Pero me gustaría que fuese un largometraje.
¿Sería como directora también?
Sí. Una de ellas no porque creo que es una película que no se puede dirigir en España, se va a tener que hacer fuera. Y la otra sí, me gustaría escribirla y dirigirla yo.
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