Fotograma del nuevo filme de Álex de la Iglesia, con Ernesto Alterio y Alberto San Juan.

El realizador vasco regresa a la comedia de trazo grueso para congraciarse con la taquilla y colocarla como una de las películas más vistas del año en el cine español

07 dic 2022 . Actualizado a las 22:25 h.

Si en su anterior filme Veneciafrenia (2001), Álex de la Iglesia se apuntaba al slasher [subgénero de cine de terror con psicópata enmascarado asesino y grupo de jóvenes] para llegar desfondado al desenlace, con El cuarto pasajero regresa a la comedia de trazo grueso para congraciarse con la taquilla —la recaudación ya se acerca a los cuatro millones de euros brutos— y colocarla como una de las películas más vistas del año en el cine español, a lo que no es ajeno el apoyo machacón de Telecinco, coproductora del filme.

Fiel a su estilo, nos propone una road trip (léase, road movie en coche) con un divorciado con problemas de pasta que, a través de BlaBlaCar, admite a tres pasajeros para vivir unas horas de locura a lo Jo, ¡qué noche! (Martin Scorsese, 1985) viajando desde una ciudad del norte a Madrid, con añadidos marca de la casa y la estimable ayuda de su guionista de cabecera, el asturiano Jorge Guerricaechevarría. Otra vez optan por un desenlace desmadrado, sin duda muy bien filmado pero que cierra la faena de modo excesivo y absurdo, y resta sentido a todo lo visto hasta ese momento, como una extravagancia al estilo de «lo hago porque me da la gana… y punto pelota».

Está Álex de la Iglesia en su derecho y allá el público con su juicio —que, vista la taquilla, parece que resulta positivo—, pero no deja de ser una oportunidad perdida que el director bilbaíno renuncie a un redondeo más inteligente que diese un cierto respiro al espectador. Si entre el divorciado (un tanto remilgado y satisfecho de haberse conocido, que viste el actor Alberto San Juan) y la viajera que acostumbra a acompañarle (encarnada por Blanca Suárez) va confirmándose una atracción que venía anunciándose desde las primeras escenas, lo de Ernesto Alterio y su subtrama delictiva supone un interesante contrapunto dramático que termina descontrolándose hasta extremos casi insoportables.


El cuarto pasajero, y al final, el gran desmadre